Hablar por hablar es fácil, gratis y muy entretenido.
Cuando estaba embarazada del principito un familiar me dijo que colechara con el bebé que eso era muy bueno y muy importante.
La mandé al carajo y le dije al Pare que qué era eso de dormir en la misma cama con el niño, que era muy peligroso y fatal, fatal, fatal. El niño iría a su cuna, no fuéramos a condicionar el crecimiento afectivo del niño ¡hombre ya! eso no está bien. Eso no es NORMAL.
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Que va, que va… |
El principito nació ¡hay madre! y resulta que me costaba estar separada de él. Me lo pusieron encima de las tetas recién parido y era tan mío que era como separarme de un brazo o una pierna. NO podía quitármelo den encima porque se me haría un muñón en el corazón.
En el hospital ya compartimos cama pero claro es que él era muy pequeñito y sólo quería comer, comer y comer. Total yo no iba a poder dormir porque tenía que admirar todo lo hacía ese bebé maravilloso y perturbador tan preciosísimo que tenía a mi lado. Como yo no iba a dormir porque estaba muy emocionada, que más daba que estuviera a mi lado en la cama. Pero eso no es colecho ¿eh?
Nos llevamos a nuestro requeteprecioso hijo a casa y dormía en su moisés en nuestra habitación, pegado a mi oreja. Yo me levantaba a cogerlo casi cada hora por la noche cuando pedía teta, me iba a darle de mamar a su habitación en una mecedora, no fuera que me quedara dormida con el niño en brazos en la cama y se me cayera o algo. Por supuesto yo dormía peor que horrorosamente mal. Pero era lo que había que hacer. Las madres de bebés recién nacidos no duermen.
El bebé creció y dejó de caber en el moisés ¡hay madre! Entonces nos dimos cuenta de que seguía siendo muy pequeño para pasarlo a su habitación ¿o no? Yo no estaba ni de lejos preparada para separarnos y él pues creo que tampoco. Su cuna estaba montada en su habitación y era muy ancha y había que desmontaría para sacarla de su cuarto, algo impensable para mi body. Todo era un lío tan grande que le montamos una cuna parque de viaje en nuestra habitación que seguía estando pegadita a mi oreja. Me seguía levantando por la noche para cogerlo de la cuna y pasarlo a mi cama… pero comenzó entonces a amanecer en nuestra cama.
Fuimos un paso más allá y un día me dio el punto y yo sola con un bebé que gateaba por todos lados, desmonté la cuna y la monté pegada a mi lado de la cama me sobraron tres tornillos y dos tuercas que nunca supe en qué lugar iba. La monté sin una de las barreras y así podía darle de mamar sin levantarme de la cama. Tardé como diez meses en darme cuenta. Cortica, sí, cortica que es una.
Desde ese día colechamos. Él se despertaba para mamar y yo lo cogía, sin salir de la cama alucina vecina. El principito se quiso ir a su cuarto cuando la cuna se le quedó pequeña y le montamos su habitación con todas sus cositas. Quiso irse él y se fue, aunque algunas noches vuelve y se acurruca en nuestra cama.
Con la hermana fue más sencillo y a los 15 días ya dormía en la cuna, pegada a mi teta, pegada a mi cama, pegada a mi oreja.
De aquella chica embarazada de su primer hijo que dijo no al colecho, a esta madre de dos de hoy han pasado cuatro años. Cuatro años que me han enseñado muchas cosas, que me han cambiado y que me han demostrado que no soy ni de lejos la madre que tenía ideada en mi cabeza. La maternidad es mucho más bestia de lo que yo creía, es todo más interior, más visceral y más potente.
Por eso cuando escucho a la gente sin hijos hablar de lo que van a hacer o dejar de hacer cuando tengan niños. Cuando hablan con esa rotundidad con la que yo hablaba, cuando lo tienen todo tan claro (como lo tenía yo) cuando te dan lecciones sin haber sentido lo que es tener a TU hijo en brazos (no es lo mismo ni el sobrino, ni el hijo de la vecina), respiro y me callo porque la vida ya se encargará de enseñarles el camino que ellos solitos cogerán. Sea, o no, el que tenían pensado seguir. Eso sinceramente dará igual.
Ahora intento no dar nada por sentado. Sigo siendo la misma chica que hace cuatro años veía en el colecho una idea de hippies trasnochados. Sola la misma chica, pero completamente distinta.
Hola Desire La maternidad nos revuelve por dentro eh? Además tu lo tienes bien reciente 😉
La maternidad nos cambia y eso no lo sabes hasta que das a luz y ves a tu hijo por primera vez. Jeje.
Creo que a todas nos ha pasado un poco eso…yo con 20 años pensaba que hijos pa que..queria ser libre para explorar y los hijos me atarian a un lugar y habitos fijos. Hasta que se me desperto el duendecillo maternal…y mas feliz que una perdiz. Un saludo
Hola Ana María ese esotro tema. Si yo hubiera sabido lo que es la maternidad antes, antes habría tenido hijos 😉
Jajaja en un post mío digo que la frase que resume la maternidad es “donde dije digo, digo Diego”
Todos podemos caer en el “yo eso ni loca”
El problema es cuando atacamos otras opciones y luego terminamos haciendo lo que le criticamos a otros…. Ay que tener un cuidado… Jajaja
Buen post!!
Pues mira, menos mal que no he sido la única lengua larga de la película.
Besitos:)))) y sigue rvolucionando la red jijijijijijijiij
Jajajaja, me he visto reflejada en todas tus reflexiones. La maternidad pone los planes en su sitio ¿verdad?
Un abrazo madraza!
Te invito a leer las ocurrencias de un niño de 9 años, te reirás, y quién sabe? a lo mejor te engancha http://www.yolandalopez.es
Hola Yolanda. la maternidad recetea a tope y eso siempre, siempre vienen bien. Ahora mismo me paso por tu espacio para conocerlo 😉
Gracias por tu comentario y buen fin de semana 😉