El intercomunicador o walkie-talkie es un chisme que realmente me ha facilitado la vida. Vivimos en una casa de dos planta un tanto grande (demasiado grande cuando llega la fatídica hora de limpiar) y si el príncipe está en su cuna durmiendo y nosotros abajo viendo la tele, cenando, hablando, etc. en la sala o la cocina, conectamos el intercomunicador y mamá se queda mucho más tranquila.
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Yo de pequeña siempre quise un walkie talkie. Mira por donde con 32 años me compre uno |
Yo en principio quería uno en el que pudiera ver al príncipe en todo momento pero el precio del aparatejo me impidió “verlo” y me quedé en “oírlo”. Realmente no sé si es tan necesario como yo lo pinto porque a mí me da que si el príncipe llora yo lo escucho aquí y en Pekín, pero lo bueno que tiene el intercomunicador es que no es necesario que llore, un simple chasquido o crujidito de sábanas me pone alerta y subo a mirar si todo va bien.
Cuando era un bebé recién nacido que cabía en la palma de mi mano estaba siempre con nosotros. Su moisés estaba abajo en el salón y el dormía tan tranquilito pero… el príncipe crecía y crecía y hubo un día en el que en el moisés sólo le cabía el culete. Hubo por supuesto que pasarlo a la cuna, y entonces fui corriendo a comprar este chisme para poder estar tranquila si el principito estaba arriba frito y yo abajo no frita.
La verdad es que barato no fue pero lo uso prácticamente todos los días. Ya lo he amortizado y me ha permitido ver incluso la tele SOLA alguna noche en la que el príncipe se ha dormido como un bebé decente a su hora (y no a la hora en la que los búhos se van acostar).
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