Para variar la tarde se me complicó un poco y salí más tarde del trabajo de lo habitual. Al final tenía el pecho operado pero sin operar. Dos cántaros de leche que tenía en cada una de mis tetas. De por sí son pequeñas pero en circustancias como esta se vuelven voluptuosas y exuberantes. Dignas de un escotazo de muerte.
A la hora de recogerlo el principito estaba dormido y feliz. Se lo había pasado repipa. Estaba cansado de tanto ajetreo y diversión.
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